4 jul 2011

Día trece: orgullosa de haber llegado al día trece


Llegada a este punto, en este blog, reflexionar es más díficil de lo que imaginaba. Más si cabe aún escribirlo, aunque esto muchas veces se convierta en un ejercicio obligado que ordeane las ideas, primero en la mente, luego en los ojos. Pero aún así, como me conozco y por experiencia sé que hay momentos en que es mejor forzarse un poquitín a superar los nervios-temores-perezas-diligencias-y-fervores para luego sentirse mucho mejor, voy a intentarlo. 

Llevo todo el fin de semana dándole vueltas a la palabra orgullo. Por lo general yo suelo dejarme llevar mucho en lo estético por la sonoridad. Parece superficial, pero a veces conviene asumir los defectos de una para corregirlos. Y de buenas a primeras no me gusta cómo suena orgullo: al lado de ánade no tiene nada que hacer, es obvio. Pero déjemoslo ahí. Lo que me ha llevado a comenzar este post es otro motivo. De principios.

Afortunadamente -para mí, si acaso para mis padres, pero no para el mundo- hay muchas cosas de las que yo me siento orgullosa. No voy a entrar en detalles porque no viene al caso. Lo que sí es verdad es que nunca he entendido por qué alguien puede sentirse orgulloso de una catalogación. Y encima de la sexualidad de cada uno... Empezando por la catalogación en sí: como etiqueta siempre tiene límites, siempre es cuadrada, representa una parte, un rasgo, un hecho, pero no todo. Somos rubios, morenos, altos, bajos. Si asumimos que son todas características naturales, ¿cabe entonces sentirnos orgullosos de ello? El ser humano es infinitamente complejo, y un catálogo, una descripción, una palabra nunca podría definirlo. Si pretendemos definirnos, estamos acabados. Y si encima queremos celebrar cómo nos definamos, es como si quisiéramos esconder todo el aire en el interior de un simple dedal.

Además, considero que la sexualidad, al igual que otras características, creencias o ideas de cada persona, forman parte de la vida íntima y personal de cada uno. No entiendo por qué entonces habría que manifestarlas públicamente. Alguien podría quererlo, eso hay que respetarlo, pero lo que no entiendo -y hablo desde el respeto y la simple y llana incomprensión o ignorancia- es la necesidad que hay para ello en tantas personas a la vez. Igual que me planteo esta pregunta una y otra vez cuando veo una procesión o un mítin político. Sencillamente, no lo entiendo. Ojalá alguien pudiera hacérmelo entender, de verdad. Se trata de que cada uno es como es. Eso hay que respetarlo siempre. Pero no sé por qué habría que exhibirlo ante los demás. Quizá es que yo sea demasiado entrovertida para este mundo.  

Así pues, personalmente, no entiendo por qué se celebra un día del orgullo gay. De hecho, tiendo más a dejarme llevar por la repetida idea del "si queremos ser iguales, para lo cual hay motivos, y nadie celebra un día del orgullo heterosexual, por qué hay un día del orgullo homosexual". Esto no quiere decir nada. Simplemente necesito razones de peso, que de momento no he encontrado, para pensar que es preciso ponerle un calificativo a un día del calendario y tener un motivo de celebración. Lo cual no quiere decir que esté en contra de la celebración. Pero no entiendo por qué esta excusa y por qué este calificativo. Como si fuera un cumpleaños. Tengo mis dudas acerca del favor que hace perseverar en los límites de una diferencia y no simplemente luchar contra ellos.

Además, el orgullo en sí no tiene consistencia. Si hay tantas razones para estar orgullosos, hablar de orgullo gay me hace sentirme cuando menos inútil. Es como el día de la mujer. Sencillamente, no me gusta celebrar un día por ser mujer. Porque se puede sentir orgullo por el camino recorrido, por las experiencias vividas, por la fuerza interna que cada día creo más que un homosexual tiene respecto a un heterosexual, la lucidez necesaria, la energía de ir contracorriente, las ganas, la perseverancia, el valor... en las dosis que cada uno le ponga, pero que no tienen por qué diferir de las que cualquier otra persona en aras de su situación personal tenga. No por ser gay tiene alguien que estar inmediatamente orgulloso, creo yo. Habrá personas que se sentirán orgullosas de su recorrido. Y otras no. Sin embargo, un sí que puede estar orgulloso de lo que haya vivido, de cómo es integralmente. Pero no por ser gay, sino porque ese hecho le ha traído cosas a su vida que puede celebrar: ese coraje, por ejemplo. Cuestión que no tiene por qué diferir de otras experiencias personales que no tengan que ver con la sexualidad de cada uno.

Por tanto, si de verdad hay que celebrar algo, que sea por favor lo que cada uno haya ganado en todo este tiempo. Que cada uno cierre los ojos, se analice, y se sienta orgulloso de cómo es, de pies a cabeza, de la mente al corazón, de los méritos que ha conseguido, de lo que ha luchado en su recorrido personal y particular. Yo tengo muchas cosas que celebrar desde que empecé este blog. Y estoy orgullosa de mi camino. Pero no creo que sacar la cabeza por la ventana y gritarle al mundo que me gusta una mujer sea la mejor forma de atestiguarlo. Quizá sí lo sea decírselo a ella, quizá sí lo sea sonreír, quizá sí lo sea seguir caminando firme con un espejo en la mochila... Y el nombre de cada uno, en esto, nada tiene que ver. Creo. Aunque a lo mejor me equivoco.

Ahora sí, tengo que admitir que aunque las banderas no me gusten, el arcoiris es taaaaaaaan bonito... y propicio, que necesito ponerlo.


   

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