30 mar 2011

Día cinco: un sueño

Esta noche he soñado. Hasta ahí no hay nada excepcional, sueño muchas noches y algunas noches muchos sueños. Pero esta noche me he despertado por culpa del sueño. Algo que tampoco es excepcional, porque o mis sueños son muy intensos o es que tienen la maldita manía de empezar siendo preciosos y terminar en pesadilla. A lo mejor es un coletazo de mi extremado interés por mantener la intriga al escribir historias. Como en esos guiones de series y películas en las que al mismo personaje le pasan todas las cosas al tiempo. Algo que le deja a una un tanto agotada después de dormir, a veces incluso la vida parece infinitamente aburrida al lado de eso, aunque también devuelve enseguida una serenidad envidiable al darte cuenta de que tan sólo era un sueño y tú sigues donde te quedaste.

Después de esta extensa introducción, voy al grano. He soñado que les decía a mis dos mejores amigos (o mejor dicho, a la que fue mi mejor amiga de infancia, y al que es mi mejor amigo ahora) que me gustaban las mujeres. Y se lo confesaba en medio de las lágrimas. De hecho, cuando me he despertado, estaba realmente llorando. De ahí viene lo extraño.

Yo no sé si esta es la respuesta a una frustración, si mis ganas de ir poco a poco construyendo mi mundo están empezando a apoderarse de mí y de esta sensación de hermetismo bajo la que me encuentro. No sé si esta celda se está quedando demasiado pequeña... y voy a necesitar abrir ya la puerta. Durante este tiempo siempre me he planteado que antes de decir nada a nadie intentaría aclararme yo misma y estar segura. Ir a mi aire, básicamente. Poco a poco, voy llenando este dibujo de colores y de rayos de luz. Pero siento que necesito más tiempo... Es pronto, y no tengo ninguna prisa.

Y luego llorar. ¿Por qué estaba llorando en el sueño? ¿Qué me suscitaba tanta presión como para sentirme así de ahogada? Con la calma y felicidad que ahora mismo recorre mi pequeño universo... ¿Me estoy involucrando demasiado conmigo misma y debería simplemente dejarme llevar?

¿Es que mi casita ya está construida y ahora necesito abrir las ventanas para que se cuele el aire? No lo sé. Por un lado, tengo miedo a que el aire que entre desestabilice la casita porque aún la veo bastante desnuda. Y por otro lado, el sueño de esta noche me ha desconcertado completamente.



Muchacha en la ventana, de Salvador Dalí





27 mar 2011

Simplemente una metáfora

¿Por qué nunca me he atrevido a dar el paso que estoy dando ahora? ¿Por qué he tenido miedo tantas veces cuando me fijaba en la sonrisa de una chica, en su pelo, en sus labios? ¿Por qué he sido yo misma mi única y más árida censora? ¿Y por qué siento tanta libertad y placidez ahora que no me impongo nada a mí misma? ¿Por qué simplemente sentir sin formas ni encajes es tan grato y reconfortante?

A lo mejor antes me encontraba en lo alto de un castillo que había ido construyendo a lo largo de mucho tiempo y dedicación. Quizá sintiese vértigo al mirar al suelo desde lo alto de la torre. Quizá no debiera haber dado por sentado ni una sola palabra de las que pronunciasen cada una de sus paredes.

El castillo que había construido era de arena. Y quien se sube a lo alto de un castillo de arena, por más seguro que esté de hallarse pisando el suelo -porque lo está-, puede llevarse una sorpresa en cuanto una ola se aproxime.

Y yo, un buen día, me caí desde la torre más alta del castillo con un simple soplo de aire. Es más, ahora que lo pienso, según nacemos a todos nos van colocando a las puertas de un castillo y nos hacen soñar con vivir dentro. Palacios de cristal. Tal vez no sea la única persona que se ha esmorrado. Ojalá nos colocasen sólo en el desierto, para trazar poco a poco, en nuestras soledades, un hogar de agua.

Ahora me conformo con empezar a construir una casita: cuatro paredes y un techo. Nada más. Lo bonito estará dentro. Eso sí: la casita, de ladrillo. Y poco a poco. Muy lentamente. Para que el cemento vaya secándose y no vengan olas ni soplos de aire a derribarlo.



26 mar 2011

Día cuatro: aullando

Había varias cosas que se entrecruzaron hoy en mi cabeza y sobre las que me apetecía escribir.

En cambio, voy a reservarlas para otro momento. Lo que supone, de otro modo e inevitablemente, triturarlas un poquito más en esta incansable mente.

No puedo evitar dedicarle unas líneas a una película recién estrenada que me ha impresionado notablemente. O que me ha atrapado, siendo precisos. No sé si porque últimamente el cine está lleno de mediocridad, y por ello, como siempre, lo poco bueno (y desapercibido) que aparece resalta mucho más si llegas a descubrirlo. O simplemente porque es una gran película. De ésas que hacen reflexionar, que cambian una visión prefijada de las cosas (o incluso varias), que marcan un antes y un después en la concepción que uno tiene de algo, por ínfimo que sea ese algo.

"Howl". Aullido. La película sobre el mítico poema de Allen Ginsberg. Tengo que confesar que llegué a la película únicamente por mi interés en la literatura norteamericana del siglo xx. Últimamente me ha vuelto a dar por la poesía, y me pareció curioso perderme durante un rato en una película sobre ello. Era como asistir a un recital, pero con el pijama puesto.

Lo que no me esperaba es que hubiera más que eso. Ya era suficiente. Los tres temas que atraviesan el argumento, el proceso de creación poética, la libertad de expresión y la homosexualidad, me sumergieron hasta tal punto que me embobaran durante la hora y media que dura. Con esa sensación de haber hallado una pequeña e inapreciable joyita que estaba, de nuevo ahí, esperándote. Qué más se puede pedir.

Y me ha devuelto una cuestión a la que ya llevo tiempo dándole vueltas y sobre la que tengo ganas de investigar: literatura y homosexualidad. ¿Es casualidad que haya tantos brillantes poetas y escritores homosexuales? ¿Tiene que ver con su sensibilidad ante las cosas/personas? ¿Es algo más profundo?

Magnífico guión, magnífica interpretación (especialmente la de James Franco), magnífico ritmo, magnífica banda sonora (sobre todo la canción de Prophecy que se alterna a lo largo de toda la cinta).

Innumerables pensamientos los que se van cruzando a medida que pasan los minutos, los versos, la historia, las imágenes, las entonaciones. Me alegro de haberla visto, porque me siento como si hubiera subido otro peldaño más en mi experiencia personal.

De nuevo otra pequeña revelación, que se cruza de casualidad en medio del camino de este viaje hacia una misma.




Anoto a continuación dos de las cosas que más me han llamado la atención, aunque no olvidaría tener papel y lápiz a mano mientras se ve la película.

“Lo que una profecía es, en verdad, no es saber si la bomba caerá en 1942. Es saber y sentir algo que alguien sabrá y sentirá cientos de años más adelante.”

* * *

Estaba seguro que suponer ser heterosexual era algo que estaba mal en mí.
 Y el Dr. Hicks lo seguía diciendo: “¿Qué quieres hacer? ¿Cuál es el deseo de tu corazón?”
Finalmente dije: lo que realimente quiero hacer es renunciar a todo esto y vivir en una pequeña habitación con Peter, dedicarme a mis escritos y la contemplación y follar y fumar marihuana y hacer lo que quiera.
Y me dijo: “Entonces, ¿por qué no lo haces? “
Pienso, qué va a pasar si me hago viejo y con manchas de orina en mi ropa interior y estoy viviendo en habitaciones amuebladas y nadie me ama y tengo el pelo canoso y no tengo dinero, con las migas de.. tiradas en el suelo?
Y él me dijo: “No te preocupes de eso. Eres encantador y amable, la gente siempre te amará.”
¡Qué alivio escuchar eso! Me di cuenta de que todo era una trampa de miedo.  Ilusoria.




Nota mental: obligatorio verla en versión original, no me quiero imaginar el estropicio que habrán montado con el doblaje al español.


25 mar 2011

Día tres: déjà vu

A veces la vida tiene esos giros inesperados que devuelven a tu rostro de pasmada una gran sonrisa. Son esas cosas geniales que, sin saber muy bien cómo ni por qué, están ahí esperándote solamente a ti. Y te transmiten una sensación especial: un saber que estás en el momento adecuado en el lugar oportuno. Esa especie de "señal".

Hoy mientras me duchaba he recordado lo que una mujer me dijo hace muchos años, cuando aún era una niña: "primero, las chicas como tú suelen salir a divertirse con otras chicas; después, cuando pasan los años, salen sólo con un chico ya de paseo y esas cosas, ya me entiendes".

Y yo que, una vez más, me veo nadando a contracorriente. Al revés que el resto de las cosas y el resto de las personas: después de salir con chicos a divertirme, cómo desearía salir ahora con una sola chica, ya de paseo... y esas cosas.

Pero qué sensación más agradable ésta. Va a ser la primavera...

Además, después de una mañana genial en la que todo ha ido viento en popa a toda vela, he salido del trabajo y en el primer banco que había sin tan siquiera caminar más dos pasos, había dos chicas. Una con los ojos cerrados tumbada sobre el regazo de otra, y ésta con su brazo extendido por el vientre de la que estaba tumbada, jugando tímida y relajadamente a cosquillearla por debajo de la camiseta. El sol luciendo con fuerza, los pájaros cantando al mediodía, ni gente ni ruido. Era una escena tierna. Era algo más que una casualidad.

Y a mí en ese momento el olor del aire me ha devuelto unas ganas tremendas de convertirme en primavera para surcar el universo.


23 mar 2011

Día dos: algo maravilloso

El otro día caminaba por la calle y, mientras estaba detenida en un semáforo, observé a dos chicas por la acera de enfrente que paseaban cogidas de la mano. Me fijé bien, pensando que a lo mejor era una ilusión óptica, subconsciente, proyectada, espiritual, fantástica, freudiana o nebulosa producida por mi confusión interna (últimamente no sé por qué pero hay demasiado de esto sucediendo mágicamente alrededor de una). Efectivamente iban de la mano y eran dos chicas, cada una con su bolso, sus andares, sus pelos, sus pensamientos, su vida, sus cosas... En ese instante se dieron un beso en los labios, así muy fugaz. Lo suficiente como para que mis ojos les siguieran con la mirada. Y siguieron caminando hasta diluirse entre la multitud al fondo de la calle.

De repente y sin preverlo, una sensación extraordinaria me inundó: una especie de mezcla proporcionada entre cosquillas, plenitud, ternura, liberación, felicidad, belleza, más liberación, empatía y comprensión. Sí, todo eso erizó mi piel a través de mis ojos. Y me sentí muy libre.

Creo que es el primer día que he dejado de tener miedo. Y he pasado a tener ganas.



20 mar 2011

Diálogo

Hablando sobre  los líos y desvaríos provocados desde que rompí mi primera y última relación sentimental, mi madre intentando consolarme añade lo siguiente:
- No te preocupes, hija. Hay muchos peces en el mar. Seguro que existe un chico sensato que un día te quiere como eres y no te pide nada a cambio.
Y yo me sonrío pensando en la única palabra que no me gusta de esa frase…
Digo en silencio: ojalá no sea un chico.

Día uno: despertando con los ojos abiertos


Qué más da cómo me llame. Lo cierto es que he vivido toda mi vida como una persona ni más ni menos normal que cualquiera de las que me rodea. Todo estaba estructurado y organizado. Mis planes iban creciendo y mis fantasías de niña se iban poco a poco construyendo. Había cosas que no encajaban, claro. Y yo era consciente. Sin embargo, se lo atribuía a la vida y a sus desajustes. No todo puede ser perfecto, ideas repentinas que se cruzan y entrecruzan. Bah, qué tontería, qué complicación innecesaria.
 Siempre me ha gustado reflexionar sobre las cosas, quizá por mi carácter calmado y apacible, o por mi loca mente de escritora frustrada que se pregunta el sentido de la vida antes si quiera de vivir. El problema es que nunca se me ha ocurrido, o mejor dicho, no he querido afrontar ni siquiera un momento de reflexión sobre mí misma hasta hace unos meses. Y ya voy teniendo unos veintitantos añitos.  
No eran sólo miradas, no eran sólo vibraciones, no era una tontería ni un desajuste el que me gustase una chica. No era absurdo que una fotografía o una escena de una mujer desnuda me transmitiera más ternura y fascinación que los besos que me daba en los labios aquel hombre del que por un tiempo llegué a estar enamorada. Era algo que iba fraguando y latiendo en mi interior, desde antes quizá de ser consciente, al mismo tiempo que mi exterior se afanaba por no darle importancia y por pensar que no tenía ningún sentido. Era mejor como siempre había venido siendo. ¿Mejor? ¿Más fácil? ¿Más sensato? ¿Más sincero? ¿Con él, con una mierda de planes o conmigo misma?
Estaba asustada. Es cierto que existen sudores fríos. Por una tontería –una idea remota, una cabezonería, que se puso más pesada de lo normal—, el mundo de repente se me venía encima. Todo lo que había ido construyendo, y todos los planos y proyecciones que yo misma había dibujado en mi mente.  Esa tontería contra todo y contra mí.
Entonces es cuando un buen día me senté. Me calmé. Respiré hondo. Y reflexioné. Y me di cuenta de que el sol no me había dorado la cabeza aquella tarde, ni tan siquiera era un catarro mal curado, ni tampoco la respuesta lógica al hecho de que aquel hombre por quien habría dado la vida te diga que ya no te quiere.  Era la sucesión de una cascada de verdades que había desterrado en lo más remoto de mi memoria, de lo que yo misma era. Quizá una oportunidad. Y desde aquel día, he empezado a trazar un nuevo camino. Yo sola. Es lo que necesito. Pero también se me ha ocurrido que para ir reflexionando poco a poco sobre lo que me encuentro en mi nuevo viaje hay una buena forma de afrontarlo de la mejor forma que sé: escribiendo.
Quizá sean los primeros pasos de una vida que, sencillamente, yo vivo. Por primera vez. Y no contra mí. Sino conmigo misma.
Y el resto de la historia... queda por escribirla. Estas líneas son simplemente un ejercicio personal.
De momento, afronto lo más importante: soy mujer, y me gustan las mujeres.