6 abr 2011

Día siete: recensión

Una de las cosas que siempre me impidieron dar este paso fue pensar en el futuro. En cierto modo, me aterrorizaba (y aún me sigue asustando un poco) imaginarme en el futuro haciendo esto sin estar segura del todo. Es decir, que por cualquier motivo, diera el paso y descubriera que estaba equivocada y realmente no me gustaban las mujeres. Me imaginaba ante mis hijos diciéndoles: "una vez besé a una mujer, pero me di cuenta de que no me gustaba, y por eso ahora estoy enamorada de vuestro padre".

Vale, dicho esto, también tengo que aclarar que pasado un tiempo desde el principio de esta historia, me he dado cuenta de que tampoco hay nada malo en ello. Y que, en el caso de que esté equivocada -aunque cada día tengo más certeza de que no será así-, ¿por qué tenía tanto miedo? Claro que yo siempre he sido poco partidaria de que para saber si algo te gusta, tienes que probarlo primero. En cierto modo, cuando ni siquiera he besado a una mujer sé que el día que lo haga, me gustará. Y un dulce temblor atravesará mi alma. Igual que sé que París me iba a gustar antes de conocerlo, igual que sé que no me gusta fumar cuando nunca he fumado, e igual que sabes que una persona puede ser especial antes de conocer siquiera su nombre. 

Así que precisamente aquel miedo a equivocarme me impidió durante muchas veces haberme dado cuenta de que realmente no iba a equivocarme. Y por eso, afortunadamente, estoy escribiendo esta línea.

Esta tarde pensaba precisamente en que hubo un momento decisivo en este viaje. El punto de partida de esta historia. El momento en que el avión despegó. Aunque antes del viaje ya hubo una cierta planificación, llevaba un tiempo pensando y reflexionando, sí que recuerdo con especial importancia un fin de semana de hace unos cinco meses. Fue con la película Habitación en Roma. La había visto anunciar tiempo atrás, y precisamente una de las escenas del trailer me llamó mucho la atención, pero de nuevo me negué a darme cuenta de este hecho. Ese fin de semana me decidí a ver la película. Recuerdo un montón de sudores atravesando el cuerpo al tomar esta decisión. Era como enfrentarse al miedo de golpe y porrón. De hecho, no recuerdo haber pasado tantos sudores en mi vida. Menos mal que era invierno... Aquella película -aquel fin de semana- fue seguramente un antes y un después. Sentí algo que nunca antes había sentido. Un rayo de luz. No sé. Un momento de lucidez. Un algo. Todo eso me dio mucho que pensar.

Si aquello marcó el inicio de este viaje, y como hoy va de cine la cosa, no puedo dejar de hablar de una película que se ha convertido en mi película favorita, pese a que yo nunca tuve una película favorita (porque me gustan muchas películas). Loving Annabelle. Sin duda alguna, es la historia más hermosa que he conocido. Y es seguramente la que me ha ayudado durante todo este tiempo a darme cuenta de que estoy trazando el camino adecuado. Y de que, pese a las dudas y desperfectos de este viaje, me siento feliz al despertar cada día desde aquel fin de semana.



2 comentarios:

Nana dijo...

Tu viaje tuvo un gran inicio con esa película.
La canción, preciosa.
Por lo que escribes, y lo que creo que pones de ti al escribir, creo que si te gustará cuando la beses; más aún, creo que serás de esas personas que lo pone todo en cada beso, y por tanto todo será tan intenso como te lo puedas imaginar ^^
Sigue adelante! Nunca la decisión es equivocada salvo cuando estamos seguros de ella y no la tomamos.

Punto dijo...

Muchas gracias por tus palabras. También ayudan.