4 sept 2011

Sin muros hay más claridad

El primer día que me percaté conscientemente de que me gustaban las mujeres, una estúpida idea se abalanzó de inmediato en mi mente: entonces tendré menos probabilidad de encontrar pareja. Con el tiempo me he dado cuenta de que esto no es así. No porque en un sentido plenamente racional no se hayan reducido, sino porque he abierto mi mente y mi alma a otra experiencia completamente distinta. He aprendido al fin a amar, no un envoltorio o un contexto, sino al auténtico reflejo de mi ser, que como tal, existe. Y por eso, muchas veces me da la sensación de que es la primera vez que estoy sintiendo el amor en su claridad absoluta, en su médula luminosa, en todo su esplendor y magnitud. Y eso me llena de satisfacción y orgullo. Además de haberme hecho descubrir algo maravilloso de la vida.
Hay algo admirable en las personas que son capaces de amar a alguien del mismo sexo. Al igual que aquellas que son capaces de amar a una persona sea rubia o morena, a una alta o baja, a una edad u otra. La ausencia –o mengua, para ser más cautos- de limitaciones. Esa falta de limitaciones físicas permite que cuando el amor crezca no se deje arrastrar por un cauce construido artificialmente, sino que se expanda libremente hasta donde alcance. Cuando obstaculizamos una fuerza tan libre como el amor, cuando construimos una pared de ladrillo y lo moldeamos a nuestro antojo, entonces… no sé por qué nos lamentamos cuando aparecen grietas, se derrumba, se escapa, es más tibio, breve, simple o pequeño de lo que preferiríamos. Es como introducir un tornado en una caja de cartón. No hay mayor grandeza que aquella que permite a las fuerzas naturales crecer en libertad.
Veo algo similar en la afirmación “a mí me gustan las rubias” de lo que hay en “a mí me gustan los hombres”. Limitaciones a priori. No creo que sea una cuestión de gusto, pues la mayor parte de las personas que afirman esto jamás se ha permitido adentrarse en algo distinto. Por eso me siento afortunada, porque con lo poco dada a experimentar que yo soy, me he sentido arrastrada quizá por inercia, quizá porque haya una parte un tanto visionaria dentro de mí, a darme cuenta de que el cuerpo es simplemente una excusa. Y que lo que realmente importa está dentro. Eso es lo que realmente amas, cuando amas a una persona, con y sin su cuerpo. Al menos en mi concepción personal del amor. Y que la ausencia de limitaciones regala un paraíso tan preciado como aquel a quien su falta de temor le permite explorar tierras inalcanzables para el resto. Y disfrutarlas.



1 comentario:

http://celestinademissuenos.blogspot.com/ dijo...

Hola punto.... Amiga, gracias por visitar mi rinconcito sagrado, comentarios como el tuyo me hacen cada día dar lo mejor de mi en cada letra... me siento identificada con tu sitio, tienes una linda manera de escribir. bienvenida a este maravilloso mundo bloggero... vuelve cuando quieras, estoy a tus completas órdenes...
Besos