21 nov 2011

Día dieciséis: contrariedad


Por algún motivo, hace un tiempo me imaginé esta etapa como un camino de constante duda que no acabaría nunca, que iría hacia atrás y hacia delante, que me haría titubear cada poco y no saber qué dirección tomar. Y pensaba que, llegada a este punto, todo serían quebraderos de cabeza, sudores, incertidumbre, problemas, desconfianzas, inseguridades, frustración y más dudas. Estaría ofuscada, confusa, perdida, y todo sería difícil y turbio.
Sin embargo, la sensación que a ratos me embarga no tiene que ver con eso. En algunos momentos puntuales siento vértigo, casi miedo, pero por tener las ideas tan claras. Es la seguridad, la libertad tan grande, la certeza, la tranquilidad, la normalidad, la nitidez, la sencillez, la felicidad, la confianza, el bienestar y el saber que seguramente por esto no haya vuelta atrás, lo que me asusta de haber emprendido este camino. Cuando mi parte racional me indica una y otra vez que en la realidad estoy explorando algo oscuro y recóndito de mí misma y de lo demás donde nunca pude siquiera imaginar encontrarme. Y quizá esa parte de miedo no se vaya nunca de mí.






Buscaba esta canción cuando encontré estas imágenes...




1 oct 2011

Día quince: lo que esconden mis paredes

Ya casi va a pasar un año desde que la viera la primera parte de la película If these walls could talk. Me dejó en el cuerpo una sensación que nunca antes había sentido por nada. Y todavía permanece. Me marcó muy a fondo. Algo que quizá fuera una mezcla entre una inmensa ternura y espanto. Algo muy parecido a la sensación de atravesar la primera puerta de este largo viaje que recorro, y que creo que sólo aquellos que lo hayan recorrido alguna vez comprenderán del todo. Ojalá me equivoque.  


Alunizando y alucinando

Me he quedado atónita leyendo algunos de los comentarios -especialmente el nº 47 y el 71- de esta noticia.

Hay gente que dice que no es natural, que se pega, que es una desviación, un exhibicionismo, que se quiere llamar la atención, que es un comportamiento inadecuado, perseguible, modificable, heterodoxo, exagerado, denunciable, asqueroso. deshinibido, desordenado, irrespetuoso..., que se quiere sacar dinero y fama, que es escandaloso, un constante desfile, y que es imposible, que no puede ser.

Lo peor de todo es que yo también lo he pensado alguna vez... Me da vergüenza reconocerlo, pero es así. Aunque por lo menos me alegro de que la vida me haya hecho descubrirlo y estar segura de lo contrario.

Y posible es.

20 sept 2011

Claridad

A veces la geografía nos aleja no sé ya cuántos kilómetros,
si dirección sur o dirección este,
y sin embargo yo cada vez te siento más cerca
y siempre tengo claro que estás conmigo, a mi lado,
 a la izquerda o a la derecha, pero de la mano
cruzando juntas piedra a piedra el camino.

A veces las personas nos hablan y nos dicen y nos cuentan
cosas que no sabemos muy bien a qué vienen, por qué a nosotras,
y sin embargo yo cada vez te escucho más claro, más fuerte,
incluso en tus silencios me sobran las comas: 
tu voz es ya como el viento del mar que sopla imparable. 

A veces las normas dictan y las normas enmudecen,
y surgen cientos de dudas y de incertidumbres y marañas;
sin embargo, tengo muy pocas cosas claras en la vida,
pero tú me has enseñado algo que antes no conocía: 
eres la certeza que ilumina con rotundidad mi alma
y la verdad me surge día a día con tus letras esmaltadas en plata. 

A veces ya no sé si voy o vengo, si hablo o callo,
si me llamo o me deshago en la vorágine que me rodea,
pero es tan bonita tu luz, tan clara y transparente, tan linda, 
que a veces siento que soy toda la oscuridad del universo
para que tú me atravieses y me llenes de vida. 


15 sept 2011

Día catorce: multitudes y soledad

Ayer de nuevo vi dos mujeres darse un beso en los labios en el interior de un coche. Fueron unos segundos, apenas, pero me dio la sensación de que duró una eternidad. Esta vez ya no me eché a temblar. Me quedé mirando fijamente, como embobada, intentando llenarme del romanticismo que se desprendía, casi sin querer, de la escena. El atardecer también ayudaba, claro. Hasta que me di cuenta de que estaba siendo un poco descarada, y entonces pensé que sería más acertado dejarlas algo de intimidad. Pero aún tuve la tentación de volverme al haberlas sobrepasado por la acera. Y al ver sus siluetas en el interior del coche, me sonreí. Y una tremenda sensación de plenitud me fue, de pronto, devuelta.

Me sucedió algo más. Me sentí consciente por primera vez de la idea que surcó por mi mente sin querer borrarla inmediatamente. Pensé en que el mundo sería sin duda más sencillo si estuviéramos acostumbrados a contemplar escenas así con más frecuencia. La excepcionalidad de dos mujeres besándose es lo que le confiere ciertos rasgos de atractivo exotismo para algunos, un vértigo en el estómago para otros, la mayor de las extrañezas seguidas de un gesto de conmiseración para otros. Pero, ¿qué ocurriría si de cada diez parejas que nos cruzaramos por la calle paseando de la mano tres estuvieran formadas únicamente por mujeres? ¿Acaso seguiría costando tanto mostrarse en la misma situación? ¿Acaso sería tan raro y duro confesárselo a tus amigos, a tu familia? ¿No estarían más acostumbrados?

En cierto modo, lo que me pasó es que me sentí identificada. Es tan difícil luchar por algo cuando estás tú solo, que el simple hecho de saber que hay más gente como tú, te tranquiliza. Aunque la batalla sea igual de difícil. La sociedad nos influencia más de lo que nos gustaría. Y por mucho que una tenga sus creencias, sus valores, su moral, a veces es agradable sentirse entre la mayoría, más que por la comodidad de esto, por no estar en la incomodidad y presión de formar parte de la minoría.

Por un momento ayer hube deseado que toda la calle y toda la ciudad y todo el mundo estuviera lleno de parejas de mujeres besándose. Una idea un poco estúpida, lo sé. Pero entonces yo también te habría besado sin complejos, si hubieras estado a mi lado. Me duele admitir que, de momento y en este escenario, no puedo besarte ahí fuera, más que en alguna que otra ocasión en la que tendemos a olvidar todo lo demás y dejarnos llevar. Pero espero ganar la fuerza que me ayude a hacerlo algún día, contigo a mi lado.



  

4 sept 2011

Sin muros hay más claridad

El primer día que me percaté conscientemente de que me gustaban las mujeres, una estúpida idea se abalanzó de inmediato en mi mente: entonces tendré menos probabilidad de encontrar pareja. Con el tiempo me he dado cuenta de que esto no es así. No porque en un sentido plenamente racional no se hayan reducido, sino porque he abierto mi mente y mi alma a otra experiencia completamente distinta. He aprendido al fin a amar, no un envoltorio o un contexto, sino al auténtico reflejo de mi ser, que como tal, existe. Y por eso, muchas veces me da la sensación de que es la primera vez que estoy sintiendo el amor en su claridad absoluta, en su médula luminosa, en todo su esplendor y magnitud. Y eso me llena de satisfacción y orgullo. Además de haberme hecho descubrir algo maravilloso de la vida.
Hay algo admirable en las personas que son capaces de amar a alguien del mismo sexo. Al igual que aquellas que son capaces de amar a una persona sea rubia o morena, a una alta o baja, a una edad u otra. La ausencia –o mengua, para ser más cautos- de limitaciones. Esa falta de limitaciones físicas permite que cuando el amor crezca no se deje arrastrar por un cauce construido artificialmente, sino que se expanda libremente hasta donde alcance. Cuando obstaculizamos una fuerza tan libre como el amor, cuando construimos una pared de ladrillo y lo moldeamos a nuestro antojo, entonces… no sé por qué nos lamentamos cuando aparecen grietas, se derrumba, se escapa, es más tibio, breve, simple o pequeño de lo que preferiríamos. Es como introducir un tornado en una caja de cartón. No hay mayor grandeza que aquella que permite a las fuerzas naturales crecer en libertad.
Veo algo similar en la afirmación “a mí me gustan las rubias” de lo que hay en “a mí me gustan los hombres”. Limitaciones a priori. No creo que sea una cuestión de gusto, pues la mayor parte de las personas que afirman esto jamás se ha permitido adentrarse en algo distinto. Por eso me siento afortunada, porque con lo poco dada a experimentar que yo soy, me he sentido arrastrada quizá por inercia, quizá porque haya una parte un tanto visionaria dentro de mí, a darme cuenta de que el cuerpo es simplemente una excusa. Y que lo que realmente importa está dentro. Eso es lo que realmente amas, cuando amas a una persona, con y sin su cuerpo. Al menos en mi concepción personal del amor. Y que la ausencia de limitaciones regala un paraíso tan preciado como aquel a quien su falta de temor le permite explorar tierras inalcanzables para el resto. Y disfrutarlas.



No sé cuántos días después...

Ahora me doy cuenta de que no veía tantas veces aquella película en la que dos mujeres se besaban solamente porque me gustara el cine, ni el arte en general, como me repetía una y otra vez.






4 jul 2011

Día trece: orgullosa de haber llegado al día trece


Llegada a este punto, en este blog, reflexionar es más díficil de lo que imaginaba. Más si cabe aún escribirlo, aunque esto muchas veces se convierta en un ejercicio obligado que ordeane las ideas, primero en la mente, luego en los ojos. Pero aún así, como me conozco y por experiencia sé que hay momentos en que es mejor forzarse un poquitín a superar los nervios-temores-perezas-diligencias-y-fervores para luego sentirse mucho mejor, voy a intentarlo. 

Llevo todo el fin de semana dándole vueltas a la palabra orgullo. Por lo general yo suelo dejarme llevar mucho en lo estético por la sonoridad. Parece superficial, pero a veces conviene asumir los defectos de una para corregirlos. Y de buenas a primeras no me gusta cómo suena orgullo: al lado de ánade no tiene nada que hacer, es obvio. Pero déjemoslo ahí. Lo que me ha llevado a comenzar este post es otro motivo. De principios.

Afortunadamente -para mí, si acaso para mis padres, pero no para el mundo- hay muchas cosas de las que yo me siento orgullosa. No voy a entrar en detalles porque no viene al caso. Lo que sí es verdad es que nunca he entendido por qué alguien puede sentirse orgulloso de una catalogación. Y encima de la sexualidad de cada uno... Empezando por la catalogación en sí: como etiqueta siempre tiene límites, siempre es cuadrada, representa una parte, un rasgo, un hecho, pero no todo. Somos rubios, morenos, altos, bajos. Si asumimos que son todas características naturales, ¿cabe entonces sentirnos orgullosos de ello? El ser humano es infinitamente complejo, y un catálogo, una descripción, una palabra nunca podría definirlo. Si pretendemos definirnos, estamos acabados. Y si encima queremos celebrar cómo nos definamos, es como si quisiéramos esconder todo el aire en el interior de un simple dedal.

Además, considero que la sexualidad, al igual que otras características, creencias o ideas de cada persona, forman parte de la vida íntima y personal de cada uno. No entiendo por qué entonces habría que manifestarlas públicamente. Alguien podría quererlo, eso hay que respetarlo, pero lo que no entiendo -y hablo desde el respeto y la simple y llana incomprensión o ignorancia- es la necesidad que hay para ello en tantas personas a la vez. Igual que me planteo esta pregunta una y otra vez cuando veo una procesión o un mítin político. Sencillamente, no lo entiendo. Ojalá alguien pudiera hacérmelo entender, de verdad. Se trata de que cada uno es como es. Eso hay que respetarlo siempre. Pero no sé por qué habría que exhibirlo ante los demás. Quizá es que yo sea demasiado entrovertida para este mundo.  

Así pues, personalmente, no entiendo por qué se celebra un día del orgullo gay. De hecho, tiendo más a dejarme llevar por la repetida idea del "si queremos ser iguales, para lo cual hay motivos, y nadie celebra un día del orgullo heterosexual, por qué hay un día del orgullo homosexual". Esto no quiere decir nada. Simplemente necesito razones de peso, que de momento no he encontrado, para pensar que es preciso ponerle un calificativo a un día del calendario y tener un motivo de celebración. Lo cual no quiere decir que esté en contra de la celebración. Pero no entiendo por qué esta excusa y por qué este calificativo. Como si fuera un cumpleaños. Tengo mis dudas acerca del favor que hace perseverar en los límites de una diferencia y no simplemente luchar contra ellos.

Además, el orgullo en sí no tiene consistencia. Si hay tantas razones para estar orgullosos, hablar de orgullo gay me hace sentirme cuando menos inútil. Es como el día de la mujer. Sencillamente, no me gusta celebrar un día por ser mujer. Porque se puede sentir orgullo por el camino recorrido, por las experiencias vividas, por la fuerza interna que cada día creo más que un homosexual tiene respecto a un heterosexual, la lucidez necesaria, la energía de ir contracorriente, las ganas, la perseverancia, el valor... en las dosis que cada uno le ponga, pero que no tienen por qué diferir de las que cualquier otra persona en aras de su situación personal tenga. No por ser gay tiene alguien que estar inmediatamente orgulloso, creo yo. Habrá personas que se sentirán orgullosas de su recorrido. Y otras no. Sin embargo, un sí que puede estar orgulloso de lo que haya vivido, de cómo es integralmente. Pero no por ser gay, sino porque ese hecho le ha traído cosas a su vida que puede celebrar: ese coraje, por ejemplo. Cuestión que no tiene por qué diferir de otras experiencias personales que no tengan que ver con la sexualidad de cada uno.

Por tanto, si de verdad hay que celebrar algo, que sea por favor lo que cada uno haya ganado en todo este tiempo. Que cada uno cierre los ojos, se analice, y se sienta orgulloso de cómo es, de pies a cabeza, de la mente al corazón, de los méritos que ha conseguido, de lo que ha luchado en su recorrido personal y particular. Yo tengo muchas cosas que celebrar desde que empecé este blog. Y estoy orgullosa de mi camino. Pero no creo que sacar la cabeza por la ventana y gritarle al mundo que me gusta una mujer sea la mejor forma de atestiguarlo. Quizá sí lo sea decírselo a ella, quizá sí lo sea sonreír, quizá sí lo sea seguir caminando firme con un espejo en la mochila... Y el nombre de cada uno, en esto, nada tiene que ver. Creo. Aunque a lo mejor me equivoco.

Ahora sí, tengo que admitir que aunque las banderas no me gusten, el arcoiris es taaaaaaaan bonito... y propicio, que necesito ponerlo.


   

28 may 2011

Día doce: desencuentros en la tercera fase

He tenido la necesidad de contárselo a una amiga de (casi) toda la vida. De momento, he tomado la decisión de hacerlo, y he quedado con ella. Resumiendo, después de varios mails preguntándonos qué tal todo, ésta ha sido a grandes rasgos la conversación introductoria:

- Por cierto, tengo novedades que contarte...
- ¿Novedades? ¿Son de las que imagino?
- Sí, tienen que ver con lo que te imaginas, pero para nada son las que te imaginarías.
- Vamos, que las novedades son lo que me imagino, pero lo que no me imagino es con quien...
- Exacto. Y no le des vueltas a nombres porque no vas a acertar.
- Estoy super intrigada con las novedades. ¿Le conozco?
- No, no la conoces.

11 may 2011

(Re)descubriendo a Safo

Hace tiempo que sentí curiosidad por acercarme a la poesía de Safo de Mitilene cuando me crucé con un libro suyo en la biblioteca. Recuerdo haberlo abierto y haber echado un vistazo rápido. A veces, cosas que pasan, hay poemas que transmiten un halo de luz a quien los lee. Son como estrellas, se esconden dentro del papel destellantes y cuando te cruzas con uno y justamente titila en ese instante, tus ojos se detienen en él un momento y te atrapa. Y te devuelve algo muy parecido a la magia. 

En aquel momento el poemario de Safo no me transmitió ningún parpadeo y ninguna magia. De hecho, quizá por la excelsa curiosidad con que me lo tomé o porque yo ya intuía algo sobre mí que no acertaba a retener, por mi mente pasó una sensación de descreímiento o decepción: algo así como un "pues vaya". Seguramente no acerté a abrirlo en el momento que precisaba. A veces también ocurre que la propia vida tiene estas cosas, que los destellos son provocados y que por alguna extraña circunstancia el destello te espera en otro lugar y en otro momento. Y cuando vuelves a releer un poema pasados no sé cuántos años te regala algo que nunca hubieras imaginado antes.

Eso me ha pasado a mí hoy. He vuelto a encontrarme con sus versos, y han radiado una luz extrañamente plena y fecunda. Y me ha sorprendido que por aquel entonces no sintiera ni la más mínima fibra vibrar dentro de mí, porque si a mi corazón le hubieran hecho una autopsia esta tarde habrían descubierto que se trataba de un arpa con todas sus cuerdas agitándose maravillosamente de escala en escala. Y perdón por el lucimiento, pero es que así lo sentía.

Lo curioso es tener la noción de que si hubiera sentido aquella vez lo que he sentido hoy al leerlo, esta inmensa luz, me habría asustado mucho. Y habría salido corriendo despavorida. Y quizá mi vida hubiera sido muy distinta. En cambio, hoy me he sentido de nuevo llena de vida. Todo tiene su momento. Y su por qué. 

Me quedo con los versos que más me han fascinado:


...yo te buscaba y llegaste
y has refrescado mi alma que ardía de ausencia


SAFO





3 may 2011

23 abr 2011

Día diez: probando... uno, dos...

Conversación vespertina (a modo de tanteo ocasional e improvisado):

Menda: Pues yo no creo que me case, y mucho menos con un chico.
Mis padres (nótese: al unísono): Bueno, venga... Lo que faltaba por oír. A ver si te vas a casar con una chica, ¿o qué?
Menda: ¿Y qué pasaría? No es tan raro. Medio mundo lo hace...
Mis padres (de nuevo al unísono): Deja de decir tonterías, anda.

Lo más triste es que se lo han tomado a broma. Con la poca gracia que yo suelo tener por lo general...

10 abr 2011

Día ocho: confusión moral

Es curioso cómo a medida que crecemos tenemos cada vez menos cosas claras. Quizá tenga que ver con que acumulamos más cantidad de preguntas sin contenstar, a un ritmo proporcional al que surjen los interrogantes. Muchas veces tratamos de rellenarlas con la propaganda que obtenemos de otras personas, de otros espacios, de esas ametralladoras de palabras que nos amenazan constantemente cada día. Pero son capas de pintura nada más. Debajo siguen estando las grietas. A veces nos damos cuenta de ellas.

Yo siempre he tenido las ideas muy claras. Me ha faltado arrojo o decisión, pero mi vida no ha tenido muchas complicaciones y el entorno en el que me ha tocado vivir siempre me ha ayudado a solventar los problemas sin apenas dificultades. Una de las cosas que más me han sorprendido de mí misma estos últimos meses ha sido mi inconsciente cambio de actitud y de opinión con respecto al matrimonio homosexual.

En realidad no sé siquiera si alguna vez me he planteado casarme. No le he dado importancia, tampoco he vivido la ocasión en la que debiera planteármelo. Sí es verdad que muchas veces he pensado que el Estado nunca tendría por qué afirmar nada sobre una cuestión personal (más aún un afecto). La religión es otro tema. Éste lo respeto profundamente, porque es una elección de cada persona. No así el Estado.

En cambio, dejando a un lado los valores personales o la ideología que poco o nada pueden hacer ya en el momento y en la sociedad en que vivimos (y en esto soy profundamente pesimista, creo que es en lo único en lo que lo soy), lo más útil es ser realista. Y tal y como están las cosas, si tienes la suerte de proyectar tu vida futura al lado de la de otra persona que amas lo más sensato es legalizarlo. Igual que comprar una casa si tienes proyectado pasar el resto de tu vida en la misma ciudad. Ya sé que es una visión muy poco romántica, pero es que para mí el romanticismo termina justo cuando dentro del amor entre dos personas (el cual no tiene límite) ha de intervenir un agente externo tan feo como el Estado. Y en esta práctica visión de las cosas ha tenido mucho que ver la primera historia de la película If these walls could talk (Si las paredes hablaran). Recomendabílisima. 

Por diversas cuestiones de la vida, yo me opuse en su momento a la aprobación de la ley de matrimonio homosexual. Quizá esté escribiendo esto por esas zancadillas de la vida que con el tiempo te ponen en tu sitio. Y trate así de purgarlo. Cuando yo misma me he visto (sin quererlo ni beberlo) como protagonista de esta historia -o, mejor dicho, como potencial futura protagonista- me he planteado el tema en serio. Y entonces es cuando me he deshecho de ese bote de pintura que había puesto en su momento y me he dado cuenta de que a mí me gustaría poder casarme con la persona que ame, que seguramente será una mujer. Aunque no sé si lo haré, pero sí me gustaría siquiera poder tener la opción para elegir. Y, por tanto, el tiempo me ha llevado a encontrarme en el otro punto del debate. Algo que tampoco me avergüenza, pero sí es más difícil de lo que imaginaba. Creo que es la primera vez en mi vida que paso del blanco al negro con un simple salto. Y me siento orgullosa de haberlo hecho. Hasta lloré al ver el episodio de la boda entre Maca y Esther. Es más, yo creo que fue ese episodio el que me permitió cambiar de postura al respecto.

Dejando a un lado la paja del asunto, que no debería ser tan política como moral -pero ya sabemos lo que pasa en este país-, se me ha planteado una cuestión añadida que me tiene confusa. Es como un no parar. La pregunta que, una vez resuelta, lleva a otra pregunta. Y yo me siento un poco niña con este tema.

Aceptando ya de hecho que dos personas de un mismo sexo puedan casarse por el hecho de que cumplan la misma motivación (tengan las mismas razones) que les llevan a una pareja de distinto sexo a legalizar su relación amorosa... hay una pregunta que retumba mucho en mi interior heredada de aquella otra época. ¿Dónde está el límite? O, mejor dicho, ¿hay un límite? Es decir, si mañana hay tres personas que se aman y desean legalizarlo, ¿qué hacemos? ¿Se permitiría un matrimonio entre tres personas? ¿Alguien tiene respuesta?

Confirmo la completa confusión de mis ideas y valores al respecto. Me he quedado sin argumentos. Además, no soy ningún ejemplo de firmeza.




El matrimonio Arnolfini, de Jan Van Eyck